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miércoles, 19 de junio de 2013

UNA CULTURA MULTIFACÉTICA Escribe Walter Ernesto Celina walter.celina@hotmail.com walter.celina@adinet.com.uy 16.06.2013 El septuagésimo octavo aniversario del trágico episodio del 24 de junio, en el campo de aviación de Manizales, Colombia, permite, una vez más, ir al reencuentro de la voz augusta de Carlos Gardel. Los amantes del canto y la música popular de la vieja guardia deshilvanan queridas emociones. Las generaciones noveles, detienen su paso. Concentran la atención y admiran. No es un rito. Es la revalorización constante de una cultura que, entre ruda y traviesa, fue capaz de adquirir sutilezas poéticas, sumar perfiles filosóficos y gestar una coreografía sensual. Gardel ocupa, indisputable, un punto cenital. Ello no obsta a que tras él vayan, por sus misterios, quienes investigan y discuten aspectos no suficientemente claros de su existencia. En este campo, indagar no es profanar ni denigrar. Es el modus operandi que asume la ciencia histórica y las disciplinas -de su misma naturaleza- que concurren a auxiliarla, para develar situaciones complejas. Arduas y/o enigmáticas. Los hallazgos, testimoniales o indiciarios, ratifican las líneas generales de las hipótesis, las redireccionan o las descartan. Esto pone en tensión dos visiones sobre la nacionalidad del cantante. Me he ocupado de “Gardel – El muerto que habla”, editado por Fin de Siglo. Ofrecí algunos avances, que me fueran anticipados por su autor, el Licenciado Eduardo Cuitiño.

UNA CULTURA MULTIFACÉTICA Escribe Walter Ernesto Celina walter.celina@hotmail.com walter.celina@adinet.com.uy 16.06.2013 El septuagésimo octavo aniversario del trágico episodio del 24 de junio, en el campo de aviación de Manizales, Colombia, permite, una vez más, ir al reencuentro de la voz augusta de Carlos Gardel. Los amantes del canto y la música popular de la vieja guardia deshilvanan queridas emociones. Las generaciones noveles, detienen su paso. Concentran la atención y admiran. No es un rito. Es la revalorización constante de una cultura que, entre ruda y traviesa, fue capaz de adquirir sutilezas poéticas, sumar perfiles filosóficos y gestar una coreografía sensual. Gardel ocupa, indisputable, un punto cenital. Ello no obsta a que tras él vayan, por sus misterios, quienes investigan y discuten aspectos no suficientemente claros de su existencia. En este campo, indagar no es profanar ni denigrar. Es el modus operandi que asume la ciencia histórica y las disciplinas -de su misma naturaleza- que concurren a auxiliarla, para develar situaciones complejas. Arduas y/o enigmáticas. Los hallazgos, testimoniales o indiciarios, ratifican las líneas generales de las hipótesis, las redireccionan o las descartan. Esto pone en tensión dos visiones sobre la nacionalidad del cantante. Me he ocupado de “Gardel – El muerto que habla”, editado por Fin de Siglo. Ofrecí algunos avances, que me fueran anticipados por su autor, el Licenciado Eduardo Cuitiño.

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